Palabras de Bárbara Klugman:

Anoche Paul (mi hijo) llamó por teléfono y me despertó con la noticia. Mi respuesta inmediata fue de alivio; como sacarme un peso de los hombros, porque estos últimos meses han sido muy duros para él y la gente que lo rodea, y muchos de nosotros esperábamos que el momento llegara pronto.

Esta mañana junto a la gente que me rodea nos sentimos despojados. «He perdido a mi padre» dijo Thembi, que limpia mi casa todos los viernes. La gente llama a la radio con todo tipo de historias familiares y no familiares, con mucha calidez y humor para masticar la tristeza. Una de esas historias trataba de un sindicato que no avanzaba en sus negociaciones por lo que Madiba fue a verlos, saludó a cada persona, preguntó por cada una de sus familias y luego los invitó a caminar con él directamente hacia un grupo de periodistas a quienes anunció que la huelga había terminado, ¡a pesar de no haber discutido nada de la huelga con los miembros del sindicato! El sindicalista contó la historia con mucha calidez, capturando la forma en que Madiba podía ser absolutamente autoritario y sin embargo alineaba a la gente. También contaron un montón de historias suyas sobre sus salidas de protocolo para saludar y reconocer a las personas en las calles y alrededor suyo, entendiendo realmente el poder de la comunicación. Recuerdo que no mucho después de la salida de un libro —Going Green— llegó a hablar y, como de costumbre, saludó a una persona tras otra muy amablemente, incluyendo a mi concuñada Yvonne. Ella estaba fuera de sí –dijo que nunca más se lavó la mano con que lo saludó. Es un buen momento para reflexionar sobre el significado del liderazgo. Me molesta oír cuando la gente habla del conflicto como si fuera obra de Madiba o cuando hablan de Madiba como si fuera la razón de nuestra libertad, porque no es cierto. Él fue producto de una organización, incluso cuando influenció y dio forma a esa organización; y nuestra libertad fue ganada como resultado de una gran variedad de estrategias de todo tipo de personas y organizaciones, incluyendo el Congreso Nacional Africano y grupos vinculados a él, pero también muchos otros. Mucha gente perdió sus vidas, muchas familias perdieron a sus seres queridos. Y a veces pienso que es peor, que son miles las personas y familias que sufrieron tanto que todavía no tienen la estabilidad emocional o un Norte que les permita disfrutar de nuestra democracia. Toda esa gente ayudó a crear la posibilidad de la libertad; sin embargo, también es cierto que los individuos dan forma a la historia y nuestra propia historia ejemplifica – si se compara a Madiba con los presidentes que le han seguido, su comportamiento ético, su compromiso con la inclusividad, su esfuerzo por hacer de este un país para todo el mundo y no sólo para una élite. A mediados de los 90, en el país nacía un puñado de derechistas listos para la paz y dispuestos a hacer lo necesario para llevarla a cabo. La forma en que el sector empresarial y los sudafricanos blancos —en todas sus divisiones— estaban dispuestos a dejar de lado el poder y los recursos era absolutamente notable. Compraron completamente la visión. Mandela tomó eso y lo trabajó y fue extraordinario, y fue la forma en que modeló a todos los que habían sufrido, con la inclusión como único camino a seguir. Ese legado desperdiciaron los liderazgos posteriores, volviendo precisamente al modelo de la era del apartheid, en donde los que dirigen el poder lo acumulan para sí mismos, sus familias y amigos. Es una derrota asombrosa. Cuando Paul me llamó le dije que esto marcaba el fin de una era. Para mí no se trata de la pérdida de Madiba, ya que había llegado su hora, sino para lo que él representó como líder del movimiento que se embarcó en la implementación del sueño de la inclusión; equilibrar la necesidad de una redistribución fundamental de la necesidad de reconocer a todos como plenamente humanos; la movilización de todos en torno a una visión compartida; cimentar las vías para cualquiera que las necesite, participar de ese proceso; un sueño que ha sido cortado cuando todavía era una semilla vulnerable, incapaz de florecer.

Esa es mi pena. Tal vez la gente va a usar su muerte para hablar de esta pérdida.

Sin embargo, no quiero terminar mi reflexión con una nota grave. Por lo menos nuestro marco constitucional vela, por ahora, contra los repetidos esfuerzos para socavar nuestras libertades; y nuestra economía es, por ahora, capaz de soportar la enorme carga de la redistribución, al menos en parte, de los pocos que pueden pagar los impuestos hacia la mayoría que no lo hace. Nuestro país sigue también lleno de muchas personas —y sus hijos— que han contribuido a configurar estos cambios; mientras algunos están felices en el tren de la salsa, muchos otros están dando forma a nuevas direcciones con la extraordinaria innovación y el compromiso que ha caracterizado a nuestra lucha. Escuchando y aprendiendo de las nuevas generaciones que crean su propio sentido de la realidad actual y dan forma a sus propias respuestas, como un humilde recordatorio de que el cambio nunca se logra durante la noche, y todavía es enormemente nutritivo para ser capaces de jugar un pequeño papel aquí y allá, en este proceso.

Con amor para todos ustedes,
Bárbara.